Extorsión en día de fiesta

La extorsión ocurrió el tercer sábado del mes anterior. Luisa lo recuerda bien, porque en aquella ocasión todos en su casa estaban por celebrar un acontecimiento familiar.

–Nos amargaron la fiesta –comenta esta mujer dedicada al comercio en pequeño y para quien el recuerdo de lo sucedido es como una gran pesadilla.

Y es que la noticia que esta madre recibiría por teléfono se apartaba totalmente de lo que cualquier persona querría escuchar en un día de fiesta.

Llamaba a su equipo celular un sujeto de voz gruesa, déspota y violento, quien le aseguraba tener secuestrada a su hija.

Apenas oyó aludir a su ser querido, Luisa sintió como un golpe en la base del estómago y no pudo pronunciar el nombre de su primogénita:

–¿Lucecita…?

A partir de entonces, el sujeto se abocó a jalar el hilo de una sencilla madeja, llamada… extorsión. Un sistema que, sin duda, tenía bien ensayado.

–Sí… Lucecita. Y si no quiere que la mate y se la devuelva dentro una bolsa negra, escúcheme: necesito que vaya a un Elektra y me deposite ahorita mismo 50 mil pesos.

Aturdida por la creencia de que su hija estaba en peligro, Luisa se dejó llevar por un impulso intrínseco de madre y accedió al requerimiento, sólo advirtiendo al delincuente de que quizá sólo alcanzaría a reunir 40 mil pesos; oferta a la que este accedió.

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Aun sin tener certeza respecto al paradero de su hija, quien había salido muy temprano de casa y sin llevar consigo su teléfono celular, Luisa reunió la cantidad acordada y la entregó a Toribio, un empleado de su confianza, para que este se encargara de cumplimentar la orden del extorsionador: depositar el efectivo en una sucursal del mencionado banco.

Toribio emprendió a pie el camino hacia la caja; sin embargo, a medio trayecto sintió que era seguido por un hombre que iba en una bicicleta, razón por la cual se introdujo en la sala de espera de una clínica que le quedaba al paso, con el fin de esconderse durante un momento y también de poder telefonear a su patrona.

Descartando la persecución, sintiéndose un poco más seguro, llamó a Luisa para contarle lo sucedido, comentándole también que había recordado un mensaje del Consejo Ciudadano, en el sentido de reportar oportunamente todos los casos de extorsión o fraude y de adoptar medidas preventivas.

Dentro del hospital obtuvo el número del Consejo –5533 5533–, por lo cual llamó para solicitar asesoría.

Hecho lo anterior, los operadores del Consejo se pusieron en contacto con agentes de la Policía Investigadora del D. F. quienes de inmediato le ofrecieron enviarle apoyo hasta el hospital a Toribio.

Una vez que llegaron con éste, quien les narró los hechos, se trasladaron hasta la casa de Luisa. Sin embargo, para sorpresa colectiva, ella ya no se encontraba ahí.

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Durante el tiempo que le tomó a Toribio pedir apoyo a la policía y regresar al domicilio,  Luisa recibió otra llamada del extorsionador, quien volvió a presionarla para que le llevara el dinero.

Ella le explicó que ya había mandado el pago con su trabajador, pero el delincuente volvió a amenazar con matar a Lucecita, a la vez que acusó a Toribio de haber huido con el dinero.

Otra vez cegada por el temor a perder a su hija, motivada por la angustia más que por la razón, Luisa recurrió a un pariente para obtener otra cantidad similar; sin embargo, esta vez fue ella misma la que se dirigió a la tienda para realizar el depósito.

Mientras tanto, con ayuda de Toribio, los agentes localizaron la sucursal; empero, esto fue cuando ya había entregado su dinero en la ventanilla.

Los policías le explicaron lo que sucedía: había sido víctima de una extorsión. Pero a Luisa esto no le importó tanto como la siguiente noticia que pronto recibiría: otro grupo de agentes había localizado a la joven, quien nunca estuvo privada de su libertad y  solamente se hallaba en el interior de un café, en compañía de un chico.

Luisa se sintió aliviada por lo de su hija, sana y salva, pero un escozor recorrió su cuerpo cuando pensó en los 40 mil pesos depositados en la cuenta del extorsionador.

Para su fortuna, no todo estaba perdido. Los policías la llevaron ante el gerente de la sucursal, a fin de explicarle con lujo de detalle todo lo que sucedido. El gerente, en apego a la ética, accedió a cancelar la operación y a devolverle a Luisa su dinero.

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Posteriormente, gracias a la información recababa por el Consejo, pudo saberse que el número de cuenta utilizado por el delincuente estaba relacionado con al menos otros cuatro intentos de fraude.

Datos bancarios que hoy forman parte de una averiguación previa que se sigue ante el Ministerio Público y juzgados penales, tendiente a desmantelar a una de las tantas bandas de delincuentes que se organizan para la comisión de este delito.

Al igual que todos sus familiares y amigos, Luisa sabe hoy que para enfrentar todos los casos de llamadas sospechosas cabe recordar las siguientes recomendaciones:

  1. No respondas mensajes de texto a tu celular
  2. Cuélgales de inmediato.
  3. ¡Calma! Ubica a tu familiar.
  4. No les des ningún dato
  5. Anota su número telefónico.
  6. Llama al Consejo Ciudadano 5533-5533

Una respuesta to “Extorsión en día de fiesta”

  1. Denise Woods Says:

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